Se encontraba, en camisón y descalza, en una sala redonda con 5 puertas, solo la luz de una vela que se consumía alumbraba el lugar.
Una pared continua, rugosa y de un color marfil la rodeaba junto con 5 puertas, que, además, eran completamente diferentes entre ellas.
La primera en la que se fijó era lisa de color rojo chillón, con un pomo negro y una llave, del mismo tono rojo que la puerta introducida en la cerradura. El marco era de un rojo más apagado mezclado con naranja oscuro y, justo en el centro de la puerta perforaciones pequeñas hacían el dibujo de una hoja otoñal. Decidió ver qué se escondía detrás de esa puerta que le causaba tanta curiosidad. Al rozar el pomo se vio vestida con un jersey rosa de mangas largas y el la parte delantera trenzas, unas zapatillas estilo vans blancas y shorts vaqueros. Le encantaba el conjunto.
Se escuchó un leve clack al girar la llave, eso hizo que Sabrina no respirara durante al menos 5, 6, 7, 8... iba contando los segundos sin darse cuenta hasta que inspiró fuertemente y abrió la puerta. Encontró un precioso paisaje anaranjado con un atisbo de calidez en el ambiente, le hizo sentirse tan bien que se tumbó en la tierra y no podía parar de sonreír, solamente nada haría que se fuera de allí...
eso creía hasta que oyó un extraño ruido lejano que le hizo ponerse de pie y afirmar su conjetura, una gran ventolera, que levantaba las hojas y con ello el polvo otoñal, se acercaba, así que se apresuró a la puerta para cerrarla con esa llave tan particular. Cuando quitó la llave, la miró y, se la guardó en el bolsillo como recuerdo.
La segunda puerta era blanca, el marco gris y el pomo del mismo color, y una llave en la cerradura de color verde caqui.
-¿Verde?¿por qué verde?- se preguntó Sabrina, en voz alta.
La puerta estaba separada por unas varillas redondas y verdes caqui, que formaban un rectángulo a lo largo de la puerta, pero más al centro, con una pegatina de una bolita grisácea que parecía algodón. Giró la llave y una corriente de aire helada, le provocó un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, quiso cerrar la puerta rápidamente pero como ella era una chica muy curiosa, la abrió de par en par y entró.
Ahora llevaba puesta otra ropa, pero no lo suficiente invernal ya que era prácticamente de otoño, un jersey a bandas anchas de tres colores, blancas, azules oscuras y rosa palo; unas zapatillas estilos convers, unos pitillos vaqueros claros y de complementos; un fular rosa palo y un gorro del mismo color, Sabrina pensó que estaba monísima pero seguía teniendo frío.
Pudo observar un camino repleto de nieve y árboles a los lados que le daban un poco de grima pero que a la vez le gustaba mucho.No tardó en salir, por la simple razón de que no llevaba abrigo y enfermaría en un lugar como ese. Al cerrar la puerta también se guardó la llave.
La tercera era de color marrón arena y la misma textura que ésta, el marco era de color azul con pequeñas olas con espuma dibujadas en él y el pomo era del color de las olas, un azul marino casi negro, en el que resaltaba una llave blanca. Antes de abrir pudo oler un aroma marino, le recordaba a esos paseos que le gustaba dar por la playa a solas, ya no podía esperar para abrir y cuando lo hizo una ola de calor cargada de verano la rodeó. Se veía muy bien con un vestido de colores cálidos, un bikini triangular de color azul fuerte, unas sandalias del mismo color, un sombreo marroncito y un bolso de mimbre a juego.
Divisó una hermosa playa de aguas cristalinas, arena blanca y varias palmeras. Introdució sus pies en la arena y se quitó las sandalias, seguidamente se quitó el vestido y se dio un chapuzón porque estaba muerta de calor. Salió del agua, abrió su bolso y sacó una toalla que extendió en la arena, se recostó en ella y cerró los ojos.Al cabo de un rato quiso saber qué otros lugares maravillosos quedaban por descubrir en las dos puertas, cogió las cosas sin vestirse ya que sabía que tendría otra vestimenta distinta en la siguiente puerta, salió y guardo una gran playa en el bolsillo junto con la llave.
En la siguiente puerta, la cuarta, se quedó parada mirándola de arriba a abajo porque era algo extraña, parecía selvática. Era verde, de un verde vivo bastante bonito, que a Sabrina le encantaba. El marco eran finos troncos, de un color marrón apagado y el pomo... bueno, no había pomo.
¡Qué cosa tan rara!- exclamó, pero sin levantar mucho la voz.
Pero... la llave era aun más extraña,¿Por qué? pues porque era de piedra pulida, por lo menos el cabezal, la parte que se introducía en la cerradura seguía siendo de metal. Sabrina lo comprobó sacándola antes de abrir la puerta. Ya lucía un conjunto de montaña que incluía, unas botas de senderismo marrones, unos lenggins negros muy cómodos, una camiseta transpirable rosa, una chaqueta de montaña del color de las botas y una mochila negra que contenía; una botella de agua de 1L, una cuerda, frutos secos, un gorro, unos guantes negros calentitos y un bastón.
Cuando abrió la puerta y vio el paisaje, pensó que estaba en una isla flotante. Se veían unas escaleras de piedra sin final, las barandillas para sujetarse eran de troncos como el marco de la puerta y a los laterales se encontraban arbustos verdes de diferentes tonos verdosos.Ya que estaba tan preparada decidió emprender el camino, no sin antes coger la llave claro. Empezó a andar mirando en todas direcciones y disfrutando de aire puro, pasada una media hora empezó a descender de la montaña y se fue mostrando una camino en medio de una pradera verde y en medio del esta se veía la parte trasera de la cuarta puerta en la que Sabrina introdujo la llave, menos mal que la había cogido antes, y abrió. Para su sorpresa se encontraba de nuevo en la sala redonda con su camisón, descalza y el pelo suelto como había llevado todo el tiempo.
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